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¿"Decisión racional" es un oxímoron? | CEO en camiseta
Buen lunes, feriado en algunos lugares del mundo para quienes todavía son asalariados.
A veces me preguntan si las historias que cuento son verdaderas o inventadas... Trato de que, si realmente estoy inventando, se note, como cuando escribí sobre ese monje horrorizado por el cambio tecnológico o ese emprendedor loco que consiguió inversores en España.
Pero, confieso, en algunos casos parecen inventadas, y no lo son. En "Excels, orquídeas y decisiones" cambié algunos nombres y, seguro, me equivoqué en detalles pero es 99% verdad. Espero lo disfrutes tanto como yo recordarlo, relacionarlo y escribirlo.
Por otro lado, este 13 de octubre cumplo medio siglo de vida; seguramente notaste que hace unas semanas estoy repensando mi estrategia, haciendo cambios, pidiendo feedback (si no respondiste la encuesta, es un buen momento ahora)... Sí, quiero cambiar para maximizar el impacto minimizando el esfuerzo. "Stay tuned"... (si se te ocurre una mejor traducción que "Quedate sintonizando", bienvenida).
Mientras celebro en familia, te deseo una semana llena de protagonismo, pensando en el largo plazo y actuando en el corto.
Leo.-

S05E38 Excels, orquídeas y decisiones
-Tenemos que reforzar la losa de la planta baja, hacer un puente colgante al call center del otro edificio y construir una carpa alrededor. Podemos aprovechar el microclima que vamos a generar para colocar un jardín de orquídeas que va a dejar boquiabierto a cualquier potencial inversor.
Cuando los arquitectos terminaron su presentación, me mordí la lengua. La empresa había conseguido una inversión de USD34 millones de dólares (cuando era mucho dinero) y yo era uno de los responsables financieros. Apenas me hice cargo del puesto, entendí que mi objetivo era, básicamente, cuidar el dinero. Faltarían muchos años para que entendiera que mi trabajo no es mi trabajo.
Un piso extra que no necesitábamos, un puente colgante, un microclima con un jardín de orquídeas… A mis 29 años había escuchado pocas cosas tan absurdas para un emprendimiento como el nuestro.
-Leo, por favor armá un Excel y un PowerPoint que justifiquen la inversión para el Director.
-Pero, Johnny, ¡son dos millones de dólares! ¿Cómo hago?
-Ése es tu trabajo, Leo. Si fuera fácil, no te necesitaríamos.
-Yo puedo hacerlo, ni siquiera es difícil. No en vano hace años estoy conectado a un Excel como Neo a la Matrix. Pero quiero entender por qué queremos hacer algo evidentemente ridículo. No necesitamos oficinas corporativas para una organización que está solamente en dos países.
-Mirá, Leo, tenés que ver más allá. Hay dos motivos claros. ¿Querés irte a vivir a Brasil?
-No… Al menos no a San Pablo, donde está la empresa.
-Yo tampoco. Poner los “headquarters” en Buenos Aires evita que, un día, un inversor diga: “Ya que el negocio en Brasil es tan grande, ¿por qué no se mudan allá?”.
-Entiendo, pero ese motivo es 100% egoísta.
-Sí, claro, como todas las demás decisiones que tomamos. El segundo motivo tal vez te sirve para justificarlo. ¿Viste esa frase “Creélo con suficiente fuerza y el universo te lo proveerá”? Es absurda en apariencia, pero hay un fondo de verdad. ¿Escuchaste alguna vez “Fake it til you make it, simulalo hasta lograrlo”? ¡Nadie creerá que sos una multinacional de productos de oficina hasta que luzcas como una multinacional de productos de oficina!
-Ahh, como cuando llevabas el portafolios vacío a las reuniones con proveedores, antes de empezar la compañía…
-Exacto. Con esas oficinas corporativas te aseguro que seremos más creíbles y conseguiremos nuestros resultados, pero además nosotros estaremos más convencidos y actuaremos diferente, maximizando las chances.
-Entiendo también, pero de nuevo es algo subjetivo. ¡Estás metiendo las emociones en la empresa!
-Claro, Leo, ¿te creíste el cuento de que hay que dejarlas en casa?
Excel embebido
Años después, ya liderando toda la organización, se me ocurrió un estudio: quería saber la antigüedad promedio y la tasa de rotación para cada equipo de la empresa. Estaba convencido de que, a mayor antigüedad promedio, menor grado de innovación. Y los números lo comprobaron: el equipo “más viejo” era el más reacio a cambiar, el que siempre tenía las mejores excusas para el “siempre lo hicimos así”.
Podría haber estado contento de haber podido comprobar una idea con datos y, en base a eso, poder actuar: forzar al equipo a cambiar o cambiar al equipo. Pero eso no era tarea sencilla en una corporación.
Del mismo estudio surgió que el equipo con mayor rotación de la compañía era el mío. Yo era el gerente al que menos le duraban los reportes. Tal vez era por mis “oportunidades de mejora” contratando. De todos modos, aún hoy, sigo sosteniendo que hay que minimizar la cantidad de empleados, sea contratando menos o, simplemente, reteniendo menos. O despidiendo rápidamente, claro.
Y justamente una de las personas a las que despedí me llevó a escribir “¿Alguna vez Lloraste en el Trabajo? Yo sí.” en 2016. Pero lo que no conté es que la corporación, cada vez que tenía que despedir a un reporte, me exigía un informe que lo justificara.
Obvio, un PowerPoint con unas tablas de Excel “embebidas”.
¿Ya está el lector encontrando el patrón?
El proyector
Cuando el joven bajó esa caja incómoda al piso y sacó un proyector, no podía creerlo. Me mordí la lengua. El CEO de esa agencia de publicidad había traído a alguien para que lo ayudara a pasar una presentación estándar de la empresa, proyectándola contra la pared, para mí solo. ¿Cómo reaccionar? ¿Con el respeto que merece un par, esperando pacientemente a que enchufaran el cable VGA y el de electricidad? ¿Con la ansiedad del emprendedor que tiene mil cosas mejores que hacer? ¿Con el foco en construir de un coach, preguntándole cómo había pensado eso? ¿Tratando de entender si alguna vez había conseguido un cliente de esa manera?
En los primeros 30 segundos estaba claro que yo no sería su cliente; no importaba qué me mostrara.
Días después, otro CEO de otra agencia de publicidad llegó a su primera reunión conmigo con una caja. Pero ésta me sorprendió: era de un pedido que le habíamos entregado. “Abrir tu caja, Leo, fue un momento Disney para nosotros; no te imaginás cómo lo disfrutamos.”
La decisión ya estaba tomada. No importaba el costo, los antecedentes ni nada más, habría un Excel embebido en un PowerPoint que la justificaría. La campaña “Linda” fue un éxito y revolucionó a la compañía, como cualquier buena campaña, desde adentro.
La encuesta
“El Excel, igual que el salario mensual, es droga”, dijo Sun Tzu. El síndrome de abstinencia del sueldo fue simple, era evidente que lo tendría y lo trabajé a consciencia. La adicción al Excel todavía me acompaña. Tal vez, al estilo de “Oficinistas Anónimos”, deberíamos crear un grupo de “Excelistas Anónimos”. Sí, ya sé, nos podemos autodenominar “Excelentes Anónimos”.
Mi vida de independiente comenzó con Excels justificando decisiones. Confieso que todavía tengo mis valores (qué cosas son importantes para mí y guían mis decisiones) en una planilla de cálculo que reviso periódicamente. Sí, ya sé lo que se pregunta el lector: “Seguro es un archivo con extensión .xls”. No.
En el año 2019 para la investigación de mi libro “Ahora te puedes marchar… O no” hice una encuesta entre 3422 personas, tratando de entender qué emociones consideraban aceptables para la empresa y para uno mismo. Los resultados volcados, claro, en un Excel solo confirmaron lo que pensaba: en promedio “rechazamos” el 30% de las emociones en las empresas, siendo “Amor”, “Tristeza” y “Sorpresa” las menos aceptadas. Por su lado, “Agresividad” y “Envidia” son, en la opinión de los encuestados, más tolerables dentro de las compañías.

Así como no hay más fronteras de horarios y feriados, es absurdo seguir repitiendo que en las empresas tomamos decisiones racionales cuando todos sabemos que no lo son.
Primero va el sesgo,
después la emoción,
recién después,
el Excel justificando la decisión.

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