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No existen los fracasos, existe la gente ansiosa | CEO en camiseta
-Estás loco, Leo. ¿Cómo vas a publicar el artículo completo solamente en este newsletter?
-No estoy loco, soy simplemente malvado.
Bienvenidos, especialmente a mis cientos de nuevos suscriptores. Detrás de esta maldad hay cierto orden, que explicaré más adelante, con todos mis aprendizajes.
Mientras tanto, sigue el artículo de la semana; un artículo que pintaba de promedio para abajo y terminó siendo, en mi opinión, de lo mejor que escribí en mucho tiempo. Espero la tuya, respondiendo este mail o con comentarios en cualquier red social.
Debajo del artículo, ¡más novedades!
¡Deseo que te hagas una semana ex-ce-len-te! Y no te olvides de desearme felices cinco años de mi salida de la carrera corporativa, el 30/9.
Un abrazo,
Leo.
S06E36 No existen los fracasos, existe la gente ansiosa
Si sucede, conviene.
Se acerca el final. Si empecé con una frase de autoayuda, algo raro está pasando. Si nos creyéramos ésta y otras frases por el estilo, pasaríamos a algo así como un “modo vivir el presente” y ¿sabés quiénes viven el presente? Las amebas. ¿Y el largo plazo? Bien, gracias.
Pero, más allá de que a mí me parezca una frase “de valor todavía no comprobado”, hay mucha gente que, ante un fracaso, prefiere acudir a estos mantras. O, tal vez, ese amigo o amiga que intenta ayudar, te lo dice. Porque fracasar está mal.
Yo, en cambio, te voy a demostrar que fracasar es genial y clave para que tengas éxito. Y esto vale tanto para los seres humanos como para las empresas.
Prefiramos mil buenos fracasos antes que un éxito mediocre.
El 19 de septiembre pasado publiqué mi artículo número doscientos; el 30 cumplo 5 años de independiente y, dos semanas después, 50 de edad. Es, claramente, un buen momento para una evaluación de desempeño. Pero esta vez voy a enfocarme solo en mis fracasos.
Claro que alguien con un ego como el mío tendrá problemas en encontrarlos.
La misma seguridad que necesitás para liderar es la que puede dificultar aprender.
-¡Mentira, Leo! Si el 13 de abril de 2012 lloraste a la noche por un fracaso tuyo -me dijo un memorioso lector.
Y tiene razón: ese día eché a un gerente y me emborraché. Cada desvinculación es un fracaso: o contratamos mal o formamos mal o la empresa no funcionó como esperábamos.
Un despido es un fracaso de corto plazo para las dos partes.
De hecho uno de los mayores males que afecta a las empresas y a sus empleados es el terrible miedo a ese fracaso… Prefiriendo ambos una degradación continua hasta desaparecer.
Y la lista continúa
También fracasé en proyectos puntuales, como cuando en 2008 abrimos dos tiendas, en contra de la estrategia global, y no fueron rentables como prometimos ese mismo año. Aprendimos, ajustamos muchas cosas y, un par de años después, teníamos más de quince locales de los que estábamos orgullosos. Años antes había fracasado en otro proyecto que tuve en Brasil, que relaté con lujo de detalles, con aprendizaje incluído.
No solo en proyectos puntuales fracasé sino también en resultados anuales de la empresa. De hecho, mi cumplimiento del presupuesto solía ser un serrucho: nos va tan bien un año que nos exigen demasiado, queremos estar a la altura y hacemos cosas que no deberíamos. El resultado es que al año siguiente nos va pésimo y nos exigen poco “porque les damos lástima”.
Nadie te obliga a prometer nada que no quieras.
Y, claro, podríamos poner mis denuncias de ética como fracasos estrepitosos, aun cuando mi nombre haya sido limpiado después de sendas investigaciones.
Pero hay más. Justo antes de dejar la empresa, hice un viaje secreto a Ámsterdam para intentar comprar la compañía, quería hacer un management buyout (algo en lo que ya había fracasado diez años antes). “Hay enormes oportunidades, si no las persiguen ustedes déjennos a nosotros”, le dije a quien entonces era mi jefe.
Volví a fracasar en menos de cinco minutos. Pero me sirvió para convencerme del camino que elegiría y, además, a la distancia, no estoy seguro de que realmente quería seguir vendiendo papel de fax y otros productos, aunque lo hiciera en una compañía soñada.
Otro fracaso “con suerte” -como si la suerte existiera- de esa época fue, como intento de construir mi nuevo negocio, comenzar a hacer una escuela de Oratoria. Su nombre: “La venganza de los nerds”. Su resultado: iba tan pero tan lento que, finalmente, me di cuenta de que no quería hacer eso sino convertirme en conferencista.
Lo que uno quiere para los demás es, muchas veces, lo que quiere para uno.
Fuera de la empresa, construyendo mi propio negocio alrededor de mi marca personal, dando valor, disfrutando en el camino, también tuve varios fracasos. Recuerdo mis ganas de escribir para dos medios argentinos (La Nación o Infobae, ¡escuchad!). Prácticamente, ni me contestaron la propuesta. Así, me enfoqué en LinkedIn, la red social más aburrida de todas y, creo, la ayudé muchísimo (por eso me apena su facebookización). Este año, finalmente, otros medios se me acercaron para que publicara en ellos y, la verdad, estoy considerándolo.
“Queremos algo con tanta fuerza que se da” es “trabajamos inconscientemente para lo que de verdad queremos”.
Después de fracasar en la radio (que además dio lugar a uno de mis artículos menos leídos, un fracaso de un fracaso), decidí con Daniela De Lucía hacer nuestro propio programa de radio. Nos divertimos, aprendimos pero… También fue un fracaso, el tercero anidado: un inception de fracasos o, para los sigloveintistas, una mamushka de fracasos. Nadie puede decir que no lo intenté.
Por suerte -¿otra vez creyendo en la magia?-, me sirvió para darme cuenta de que el podcast es la radio que estaba buscando, y le puse más energía a mis libros gratis en ese formato. Recordé mis viajes en auto de casa a la oficina y lo valiosos que hubieran sido con podcasts. Y esos viajes, que durante 14 años me tomaron 14 meses en total, los hice en automático hasta que me di cuenta de que, también, eran un fracaso: una falla terrible en el uso de mi tiempo. Claro que ahí, por suerte, mudé mi casa más cerca de la oficina y la oficina a mi casa. ¿De nuevo la suerte, Leo?
Gracias a la ley de los grandes números, sabemos que, si maximizás los intentos, la suerte deja de ser magia y pasa a ser ciencia.
El lector estará pensando “Típico de CEO, pinta cada fracaso como algo que en realidad se convierte en un éxito”… Te podría responder que todos lo hacemos y un ejemplo es lo que respondés cuando, en una entrevista laboral, te preguntan: “¿Cuál es tu mayor defecto?”. ¿“Soy tan ansioso que quiero terminar todo rápido”, “Soy tan detallista que no dejo nada librado al azar”, “Soy tan apasionado que cuido la empresa como dueño”?
Todo tiene sus luces y sombras: cambiando el punto de vista, una falla se puede convertir en algo genial.
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Igual, lamento contradecirte una vez más, mi respuesta es otra: “Hoy te convertís en CEO”. De verdad, te unjo CEO de tu vida y de tu carrera, por lo que podés elegir cómo ver cada cosa.
Usa cada día una palabra nueva.
Pero, hay algo más importante. En todos mis fracasos me sentí mal al darme cuenta. Recuerdo también las dos veces que me echaron: una, de una consultora de economía y, la otra, de un medio muy conocido en la Argentina (que podría haber sido uno de esos para los que quiero escribir). ¡Me echaron! Sí, el lector nerd debe empatizar conmigo y con Steve Jobs, también echado para luego hacer una carrera envidiable.
No correr riesgos es mediocre
A 200 quitale el doble de tu edad. Multiplicá el resultado por cinco, sacale un cero y sumale uno. Ahora restale a 100 ese número y volvé en el tiempo esa cantidad de años. ¿Llegaste a uno? ¿Te parece magia? ¿O será suerte? ¿O ciencia? ¿Hace falta que te responda? Bueno, tenés un año, imaginate con muchas ganas de aprender a caminar, adultos dando vueltas como gacelas alrededor tuyo, un mundo de llaves y celulares a tu alcance, solo si pudieras pararte… Pero, tenés miedo de caerte. ¿Qué hacés? Claro, llorás y pedís que te alcancen las cosas. Pero algún día vas a animarte, enfrentarás los porrazos y empezarás a caminar. Sí, ya sé, a mí también me gusta imaginar que había celulares cuando aprendía a caminar.
Nacemos con curiosidad y coraje para aprender.
En un mundo que cambia a tasas exponenciales, como dijo el corredor de F1 Mario Andretti, “Si todo parece estar bajo control, no estás yendo lo suficientemente rápido”.
No arriesgar es garantía de fracaso en el largo plazo.
Una forma que uso para evitar los fracasos es pensar las cosas como “experimentos”. En 1995 probé sushi, me pareció asqueroso. ¿Fue un fracaso? No, un experimento que, con el tiempo, se volvería mi comida preferida. Claro que esto está alineado con el concepto de “producto mínimo viable” para testear ideas en las empresas y con la famosa frase “Fallá rápido, aprendé rápido”.
Experimentar es clave para aprender.
De hecho, un experimento realizado es siempre exitoso, porque ése era el objetivo. Entonces…
"El experimento fracasó" es un oxímoron.
“Pero tengo miedo de fracasar”, me dicen siempre antes de un gran cambio. Salir de la empresa, cambiar, arriesgarse... todo genera ese miedo. Lo que hay que tener en cuenta es que ese miedo es siempre sufrimiento de corto plazo; y ese sufrimiento es un precio a pagar por un premio mayor en el mediano o largo. ¿Acaso quien entrena para una maratón considera un fracaso cada día que no llega a correrla entera porque está entrenando?
Así como entrenamos para una maratón, nos equivocamos para tener éxito.
Desde el punto de vista del objetivo, fracasás n-1 veces. Hasta que lo lográs. Como dijo Thomas Edison, campeón absoluto en abrazar el fracaso: “Muchas de las fallas son personas que no se dieron cuenta cuán cerca estaban de tener éxito cuando abandonaron”. O la maravillosa descripción de Micheal Jordan, editada: “Erré más de 9000 tiros… Fallé una y otra y otra vez en mi vida, y es por eso que tuve éxito”.
El fracaso no es opuesto al éxito sino una parte imprescindible del mismo.
-Está bien Leo, ¿pero cómo cambiamos la visión del fracaso en las empresas?
-La empresa no existe. Si cambiamos los humanos, la empresa cambia.
Se acerca el final.
Un audio, un video, una herramienta y algo más :-)
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